domingo, 22 de marzo de 2015

Complicaciones de los trasplantes.

El sistema inmunitario generalmente lo protege de sustancias que pueden ser nocivas tales como microorganismos, toxinas y algunas veces células cancerígenas.
Estas sustancias dañinas tienen proteínas llamadas antígenos recubriendo su superficie. Tan pronto como estos antígenos ingresan al cuerpo, el sistema inmunitario reconoce que no son del cuerpo de esa persona y son "extraños" y los ataca.
Cuando una persona recibe un órgano de alguien más durante una cirugía de trasplante, el sistema inmunitario de la persona puede reconocer que es extraño. Esto se debe a que el sistema inmunitario de la persona detecta que los antígenos en las células del órgano son diferentes o no son "compatibles". Los órganos que no son compatibles o que no tienen una compatibilidad lo suficientemente cercana pueden desencadenar una reacción a una transfusión de sangre o un rechazo al trasplante.
Para ayudar a prevenir esta reacción, los médicos "tipifican" o cotejan tanto al donante del órgano como a la persona que lo está recibiendo. Cuanto más similares sean los antígenos entre el donante y el receptor, menor será la probabilidad de que el órgano sea rechazado.
La tipificación del tejido garantiza que el órgano o tejido sea lo más parecido posible a los tejidos del receptor. La compatibilidad generalmente no es perfecta. No existen dos personas, exceptuando los gemelos idénticos, que tengan antígenos de tejido idénticos.
Los médicos emplean medicamentos para inhibir (reducir la reacción) el sistema inmunitario del receptor. El objetivo es impedir que dicho sistema ataque al órgano recientemente trasplantado cuando la compatibilidad de dicho órgano no es cercana. Si estos medicamentos no se utilizan, el cuerpo casi siempre lanzará una respuesta inmunitaria y destruirá el tejido extraño.
Hay tres tipos de rechazo:
  • ·         El rechazo hiperagudo ocurre unos pocos minutos después del trasplante cuando los antígenos son completamente incompatibles. El tejido se debe retirar enseguida para que el receptor no muera. Este tipo de rechazo se observa cuando a un receptor se le da el tipo de sangre equivocado. Por ejemplo, cuando una persona recibe sangre tipo A cuando es tipo B.
  • ·         El rechazo agudo puede ocurrir en cualquier momento desde la primera semana después del trasplante hasta tres meses después. Todos los receptores tienen algún grado de rechazo agudo.
  • ·         El rechazo crónico puede suceder durante muchos años. La respuesta inmunitaria constante del cuerpo contra el nuevo órgano lentamente daña los tejidos u órgano trasplantados.


Síntomas
  • ·         La función del órgano puede comenzar a disminuir.
  • ·         Molestia generalizada, indisposición o sensación de enfermedad.
  • ·         Dolor o inflamación en la zona del órgano (rara vez).
  • ·         Fiebre (rara vez).
  • ·         Síntomas seudogripales, incluso escalofríos, dolores musculares, náuseas, tos y dificultad respiratoria.
  • Los síntomas dependen del órgano o tejido trasplantado.


Una biopsia del órgano trasplantado puede confirmar si hay rechazo. Con frecuencia, se realiza una biopsia de rutina para detectar a tiempo el rechazo, antes de que se presenten los síntomas.
Cuando se sospecha rechazo a un trasplante, se pueden llevar a cabo uno o más de los siguientes exámenes, antes de la biopsia del órgano:
  • ·         Tomografía computarizada del abdomen
  • ·         Radiografía del tórax
  • ·         Ecocardiografía del corazón
  • ·         Arteriografía renal
  • ·         Ecografía del riñón
  • ·         Pruebas de laboratorio de la actividad renal o hepática
  •  

Expectativas (pronóstico)
Algunos trasplantes de órganos y tejidos son más efectivos que otros. Si se presenta el rechazo, los medicamentos inmunodepresores pueden detenerlo. La mayoría de las personas necesita tomar estos medicamentos por el resto de su vida.
Aunque se utilizan medicamentos para inhibir el sistema inmunitario, los trasplantes de órganos igualmente pueden fallar debido al rechazo.
Los episodios únicos de rechazo agudo son fáciles de tratar y rara vez provocan insuficiencia de órganos.
El rechazo crónico es la causa principal de fracaso del trasplante de órganos. El órgano lentamente pierde su función y los síntomas comienzan a aparecer. Este tipo de rechazo no puede tratarse de manera efectiva con medicamentos. Algunas personas pueden necesitar otro trasplante.

Posibles complicaciones
  • ·         Ciertos cánceres (en algunas personas que toman fármacos inmunodepresores fuertes durante mucho tiempo).
  • ·         Infecciones (debido a que el sistema inmunitario de la persona se inhibe por tomar medicamentos inmunodepresores).
  • ·         Pérdida de funcionamiento del órgano/tejido trasplantado.
  • ·         Efectos secundarios de los medicamentos, que pueden ser graves.

sábado, 21 de marzo de 2015

Efectos en el feto cuando los padres tienen diferente tipo de sangre

Uno de los primeros y más importantes análisis que debe hacerse la mujer embarazada es el de sangre. Este análisis básico determina qué tipo de sangre tiene y cuál es su factor Rh. Y es que el factor Rh desempeñará un papel importante en la salud del bebé.
El factor Rh es una proteína presente en las células y, de acuerdo con su tipo de sangre, cada persona tiene proteínas específicas de ese tipo de sangre en la superficie de los glóbulos rojos. Existen cuatro grupos sanguíneos: A, B, AB y O.
A su vez, cada uno de los cuatro grupos sanguíneos se clasifica según la presencia o no en la superficie de los glóbulos rojos de otra proteína que determina el factor Rh. Si la persona es portadora de esta proteína, es Rh positivo; si no es portadora, es Rh negativo.
La mayor parte de la población, un 85%, tiene esa determinada secuencia de aminoácidos que en lenguaje común es denominada habitualmente Rh+. Hay muchas combinaciones posibles según sean los Rhs de los progenitores, pero la sensibilización Rh o la incompatibilidad Rh únicamente puede darse cuando la madre es factor Rh negativo y el padre Rh positivo.
De entre todas las combinaciones posibles, el riesgo existe cuando se combinan el grupo sanguíneo de la mujer Rh- y el del hombre Rh+, aunque no habría riesgo si el bebé hereda el Rh- de la madre.
Pero cuando una mujer Rh negativo y un hombre Rh positivo conciben un hijo, existe la posibilidad de que el bebé tenga problemas de salud. Es posible que el bebé que está formándose dentro de la madre que es Rh negativo tenga sangre Rh positivo que heredó del padre.
Aproximadamente la mitad de los niños con una madre Rh negativo y un padre Rh positivo son Rh positivos aunque hay que señalar, antes de explicar los posibles efectos adversos, que éstos no se darían normalmente en el primer embarazo sino en los siguientes.
La madre normalmente no está sensibilizada en el primer embarazo, sino en el segundo o siguientes; a estos efectos se considera primer embarazo cualquiera anterior aunque no haya llegado a término.
Esto significa que, por lo general, la incompatibilidad Rh no es un problema cuando se trata de un primer embarazo ya que, a menos que haya algún tipo de anormalidad, la sangre del feto no entra en el sistema circulatorio de la madre durante el embarazo.
Sin embargo, durante el parto, la sangre de la madre y la del bebé pueden entremezclarse. Si esto sucede, el cuerpo de la madre reconoce la proteína Rh como una sustancia extraña y comienza a producir anticuerpos (moléculas proteicas en el sistema inmunológico que reconocen, y luego destruyen, las sustancias extrañas) para atacar a las proteínas Rh que entran en su sangre.
La mujer Rh negativo embarazada también puede entrar en contacto con la proteína Rh (algo que podría producir anticuerpos) en las transfusiones de sangre con Rh positivo, los abortos espontáneos y los embarazos extrauterinos.
Durante los siguientes embarazos, los glóbulos rojos del feto pueden pasar al torrente sanguíneo de la madre a medida que ella lo alimenta a través de la placenta.
Los anticuerpos Rh no son inofensivos en los siguientes embarazos, ya que si la madre concibe un bebé Rh+ el organismo de la mujer ahora sí va a reconocer las proteínas Rh como cuerpos extraños. Entonces sus anticuerpos pasarán al torrente sanguíneo del bebé para atacar a esas células.
El nombre eritroblastosis se debe a la aparición en la sangre circulante de una cantidad elevada de eritroblastos, que son precursores de los glóbulos rojos, que han sido liberados a la circulación.
La gravedad de esta condición puede variar ampliamente. En algunos casos, el bebé no presenta síntomas de la enfermedad; en otros casos puede conducir a la muerte del bebé antes o poco después de nacer. Este trastorno se puede tratar en el útero (antes del nacimiento del bebé) por medio de una transfusión intrauterina.
Cuando el bebé nace, los signos que se pueden presentar como señales de incompatibilidad de Rh son: agrandamiento del hígado o del bazo, hinchazón generalizada, ictericia y anemia. Después del nacimiento, dependiendo de la gravedad de la condición, generalmente es necesario realizar una transfusión de sangre.
En el pasado, la incompatibilidad Rh era un problema muy serio. Afortunadamente, se han logrado avances médicos significativos para prevenir las complicaciones asociadas con la incompatibilidad Rh y tratar al recién nacido afectado por este problema.
Hoy, cuando una mujer con el potencial de desarrollar una incompatibilidad Rh está embarazada, los médicos administran dos inyecciones de inmunoglobulina Rh durante el primer embarazo. La primera inyección se da alrededor de las 28 semanas de embarazo y la segunda, dentro de las 72 horas después del parto. La inmunoglobulina Rh actúa como una vacuna, impidiendo que el cuerpo de la madre genere anticuerpos peligrosos Rh que pueden causar complicaciones serias en el recién nacido o complicar futuros embarazos.
También se puede inyectar esta dosis de inmunoglobulina Rh en una mujer que acaba de tener un aborto espontáneo, una amniocentesis o algún tipo de hemorragia durante el embarazo.
Si el médico determina que la mujer ya ha desarrollado los anticuerpos Rh, entonces, el embarazo será controlado muy de cerca para asegurarse de que los niveles de Rh no sean muy elevados. En casos excepcionales, si la incompatibilidad es grave y el bebé se encuentra en peligro, se puede realizar una serie de transfusiones especiales de sangre (denominadas exanguinotransfusiones) mientras el bebé está en el útero materno o después del parto.
Las exanguinotransfusiones reemplazan la sangre del bebé por glóbulos rojos cuyo factor Rh es negativo. Este procedimiento estabiliza el nivel de glóbulos rojos del bebé y minimiza el daño que puede causar la circulación de anticuerpos Rh ya presentes en el flujo sanguíneo del bebé.
Dado el porcentaje de éxito que se logra en este momento con las inyecciones de inmunoglobulina Rh, las exanguinotransfusiones sólo son necesarias en el 1% de los embarazos con incompatibilidad Rh en los Estados Unidos.

Diferente tipos de sangre

Podría parecer que la sangre no es más que sangre; a simple vista, toda la sangre es prácticamente igual. Pero, a pesar de que todas las muestras de sangre contienen los mismos componentes básicos (glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas y plasma), no todo el mundo tiene los mismos tipos de marcadores en la superficie de los glóbulos rojos. Estos marcadores (también conocidos como antígenos) son proteínas y azúcares que utiliza nuestro organismo para identificar que nuestros glóbulos rojos pertenecen a nuestro propio sistema corporal.
Los marcadores de las células sanguíneas son microscópicos. Pero, a pesar de su reducido tamaño, pueden influir de forma considerable en que la sangre sea aceptada o rechazada tras recibir una transfusión. Por este motivo, los expertos en medicina agrupan la sangre en varios tipos distintos en función de los marcadores que contiene.
Los cuatro grupos principales de sangre son los siguientes:
1.    Tipo A. Este tipo de sangre tiene un marcador conocido como "A".
Come sólo vegetales frescos, orgánicos preparados al vapor o crudos. La proteína se consume a través de las lentejas, porotos de soja (y de los productos de soya como la leche de soya y tofu), frijoles pintos y frijoles negros. Las personas a dieta también deben de comer granos enteros, frutas y ciruelas. El aperitivo ocasional de aves de corral se dice que es bien tolerado por los que comen de tipo A, cuando una dieta estrictamente vegetariana se vuelve abrumadora.
Los alimentos con gluten deben ser limitados y reemplazados por productos de escanda (panes y pastas), que contienen gluten soluble en agua, que es mucho más fácil para tu cuerpo de digerir. Evita comer productos lácteos, así como los pimientos y los tomates. Mantente alejado de las frutas tropicales y cítricos.
Aquellos con sangre del tipo A pueden comer avena con leche de soja y el jarabe de arce para el desayuno. Bebe agua. Para el almuerzo, considera una ensalada griega (lechuga, apio, pepino, cebolla, queso feta, limón y menta), una manzana, una rebanada de pan de escanda y una taza de té de hierbas. La cena puede ser una lasaña de tofu - pesto, brócoli al vapor, más té de hierbas y yogur congelado para el postre.
2.    Tipo B. Este tipo de sangre tiene un marcador conocido como "B".
Los factores más importantes en el aumento de peso para el tipo B son el maíz, el trigo, las lentejas, los tomates, el maní y las semillas de sésamo. Estas comidas afectan la eficiencia de su proceso metabólico, resultando en fatiga, retención de fluidos e hipoglucemia. Se recomienda también reemplazar al pollo con carne de cabra, cordero, conejo y venado. También debe comer vegetales verdes, huevos y productos lácteos descremados
3.    Tipo AB. Este tipo de sangre tiene tanto marcadores A como marcadores B.
Las personas con el tipo AB se focalicen en alimentos como el tofu, pescado y algas, productos lácteos y vegetales verdes si quieren perder peso. Entre los mejores pescados para los AB están el mahi-mahi, el samón, las sardinas y el atún. Les aconseja además evitar las carnes ahumadas y curadas.
4.    Tipo O. Este tipo de sangre no tiene marcadores A ni B.
La dieta para el tipo de sangre O se basa mayormente en comidas paleolíticas. La premisa de la dieta es que ciertas lectinas, o proteínas que atrapan azúcares, en las comidas son dañinas para diferentes grupos de sangre. Entonces, la Dieta del tipo de sangre deja afuera varias comidas, incluyendo frutas y vegetales, carnes y mariscos que crean lectinas no adecuadas para tu tipo de sangre específico. D'Adamo le aconseja a la gente con tipo de sangre O comer una dieta alta en proteínas, ya que los de tipo O son los de sangre de "cazador" original.
La carne para los tipos O debería consistir de cordero, carne de vaca, carne de ovino, ternera y carne de venado; y de pescados como caballa, arenque y bacalao. De acuerdo con D'Adamo, las carnes como el puerco, el ganso y la panceta deberían evitarse, ya que no son fácilmente metabolizadas por los tipos O. Otras carnes como las de ave se pueden comer, pero no se consideran tan beneficiosas como las carnes rojas. El salmón, la barracuda, el pulpo, la caracola, los arenques en escabeche, el bagre y el caviar no se permiten para el tipo de sangre O.
D'Adamo recomienda las frutas que causan un efecto un poco ácido en el tejido muscular, como las bayas y las ciruelas, pero aconseja en contra de las frutas como las naranjas, mandarinas, melones y moras, que según él causan alergias o irritan el tejido del estómago de los tipo O. Los vegetales de hoja verde oscura como la col, la espinaca, la lechuga romana y el broccoli son beneficiosos para los tipos O, mientras que las papas, el maíz, los hongos shiitake y los brotes de alfalfa deberían ser evitados.
Algunas personas tienen un marcador adicional, denominado factor Rh, en la sangre. Puesto que los principales grupos de sangre (A, B, AB y O) pueden o no presentar el factor Rh, los científicos también clasifican la sangre como "positiva" (lo que significa que tiene el factor Rh) o "negativa" (sin el factor Rh).
El hecho de tener alguno de estos marcadores (o ninguno de ellos) no hace que la sangre de una persona sea más sana o más fuerte que las demás. No son más que diferencias genéticas, como el hecho de tener los ojos verdes en vez de azules o el pelo liso en vez de rizado.
Los distintos marcadores que se pueden encontrar en la sangre dan lugar a ocho posibles tipos de sangre:
  • ·         O negativo. Este tipo de sangre no tiene marcadores A ni B y tampoco presenta el factor Rh.
  • ·         O positivo. Este tipo de sangre no tiene marcadores A ni B pero sí que presenta el factor Rh. Se trata de uno de los dos tipos de sangre más frecuentes (junto al A positivo).
  • ·         A negativo. Este tipo de sangre solo tiene el marcador A.
  • ·         A positivo. Este tipo de sangre tiene el marcador A y el factor Rh, pero carece del marcador B. Junto con el O positivo, se trata de uno de los dos tipos de sangre más frecuentes.
  • ·         B negativo. Este tipo de sangre solo tiene el marcador B.
  • ·         B positivo. Este tipo de sangre tiene el marcador B y el factor Rh, pero carece del marcador A.
  • ·         AB negativo. Este tipo de sangre tiene los marcadores A y B, pero carece del factor Rh.
  • ·         AB positivo. Este tipo de sangre tiene los tres marcadores: A, B y factor Rh.

PUEDE RECIBIR DE
TIPO DE SANGRE
PUEDE DAR A
O positivo y negativo
A positivo y negativo
A positivo
A positivo
Menos aconsejable
AB positivo
O negativo
A negativo
A negativo
A positivo y negativo
Menos aconsejable
AB positivo y negativo
O positivo y negativo
B positivo y negativo
B positivo
B positivo y negativo
Menos aconsejable
AB positivo y negativo
O negativo
B negativo
B negativo
AB positivo
AB positivo y negativo
Menos aconsejable
O positivo y negativo
A positivo y negativo
B positivo y negativo
AB positivo
AB positivo y negativo
AB negativo
Menos aconsejable
O negativo
A negativo
B negativo
AB negativo
O positivo
A positivo
B positivo
Menos aconsejable
AB positivo
O positivo
O negativo
O positivo
O positivo
A positivo
B positivo
Menos aconsejable
AB positivo
O negativo
O negativo
Todos
Menos aconsejable
AB positivo y negativo



jueves, 12 de marzo de 2015

Cofactores


Un cofactor enzimático es definido como un componente no proteico que actúa coordinamente con una enzima para catalizar una reacción bioquímica. Los cofactores pueden ser iones metálicos o moléculas orgánicas (minerales y vitaminas) que participan con las enzimas en la realización de una actividad enzimática.

La parte proteica de una enzima se llama apoenzima, los cofactores de naturaleza organica, coenzimas; los cofactores se unen fuertemente a la enzima, grupos prostéticos; y la enzima unida al cofactor, holoenzima.

Cofactores orgánicos.
Son moléculas complejas que el organismo no puede sintetizar, razón por la cual deben ser ingeridos en la dieta; muchos cofactores enzimáticos son, por lo tanto, vitaminas. Las vitaminas son componentes esenciales de las coenzimas, es decir, la mayoría de las coenzimas son moléculas que incluyen a las vitaminas hidrosolubles, a excepción de la vitamina D, que el liposoluble.
Las vitaminas liposolubles se disuelven en grasa (lípidos), las vitaminas hidrosolubles se disuelven en agua.

Sin embargo, ni todos los cofactores son vitamínicos ni todas las vitaminas son cofactores enzimáticos.

Cofactores inorgánicos (iones metálicos).
Aproximadamente un tercio de las enzimas requieren metales iónicos (metaloenzimas) para la función catalítica, por los componentes inorgánicos conforman una parte sustancial de los cofactores. La mayoría de los iones metálicos traza son componentes del sitio activo que se unen a los sustratos, aceptan electrones, estabilizan las estructuras terciaria y cuaternaria y aun regulan el ritmo de las rutas metabólicas.



Los cofactores participan en las reacciones catalíticas de dos maneras:
  •  Uniéndose fuertemente a la proteína, de manera que el cofactor sale del ciclo catalítico sin ser modificado.
  • Como un segundo sustrato, luego de resultar modificados en el ciclo catalítico. En este caso sufren las transformaciones químicas necesarias, por ejemplo, oxidación y reducción, entre otras, antes de realizar la catálisis enzimática.
La compresión de los mecanismos moleculares por medio de los cuales las coenzimas y las enzimas aceleran la velocidad de las reacciones fue posible a través del estudio de enfermedades provocadas por deficiencias nutricionales en la dieta.

En 1912 F. G. Hopkins postulo que uno o mas factores accesorios presentes en los alimentos eran también necesarios para la nutrición animal. Casimiro Funk aisló algunos de estos factores a partir de la cascarilla del arroz con la propiedad de aliviar los síntomas del beriberi, enfermedad común en los marineros japoneses. Funk denomino vitaminas a estas sustancias.
En la década de los treinta del siglo pasado se aisló y se estableció la estructura molecular de la tiamina (B1), sustancia antiberiberi, la riboflavina (B2) y el acido nicotínico, que es el factor antipelagra. Poco después se descubrió que estas vitaminas forman parte de algunas coenzimas.








Obesidad

La obesidad es una enfermedad crónica tratable. Se produce cuando existe un exceso de tejido adiposo (grasa) en el cuerpo. Aparte del problema que de por sí representa la obesidad, los expertos advierten de que sus efectos más negativos se producen porque actúa como un agente que exagera y agrava a corto plazo y de forma muy evidente patologías graves como la diabetes, la hipertensión, las complicaciones cardiovasculares (especialmente la cardiopatía isquémica), e incluso algunos tipos de cáncer como los gastrointestinales.



Con excepción de las personas que son muy musculosas, aquellas cuyo peso supera en un 20 por ciento o más el punto medio de la escala de peso según el valor estándar peso/altura, son consideradas obesas. La obesidad puede ser clasificada como leve (del 20 al 40 por ciento de sobrepeso), moderada (del 41 al 100 por cien de sobrepeso) o grave (más del cien por cien de sobrepeso). La obesidad es grave en solamente el 0,5 por ciento de las personas obesas.

La obesidad se clasifica en dos tipos: central o androide y periférica o imoide. La primera es la más grave y puede conllevar importantes complicaciones patológicas. La obesidad central localiza la grasa en el tronco y predispone a sufrir complicaciones metabólicas (especialmente la diabetes tipo 2 y las dislipemias). La obesidad periférica acumula el depósito de grasa de cintura para abajo y produce problemas de sobrecarga en las articulaciones.

Obesidad mórbida.


La obesidad mórbida es una de las enfermedades más características de nuestro tiempo, sobre todo por el número de complicaciones que tiene asociadas. Para tratarla es necesario el empleo de la cirugía, ya que las dietas no surten ningún tipo de efecto. Las técnicas para reducirla son de dos tipos: reseccionistas, encaminadas a inducir una mala absorción de los alimentos, o restrictivas. Las segundas son menos agresivas, ya que no precisan resecar nada; basta con reducir el tamaño del estómago para que el paciente no pueda comer. La cirugía reseccionista es la única forma de que el enfermo pierda peso en muchos casos de obesidad mórbida. Con las técnicas reductoras se producen menos efectos secundarios, pero no se pierde peso con la misma facilidad. Existen tres técnicas quirúrgicas para la obesidad mórbida: la gastroplastia vertical o técnica de Maxon, la gastroplastia con banda gástrica ajustable o el "by-pass" gástrico.

Obesidad infantil.


Entraña alteraciones endocrinometabólicas que condicionan un mayor riesgo cardiovascular en la edad adulta. Estos factores se relacionan, fundamentalmente, con la edad de inicio de la obesidad y con el tiempo de evolución. Cuando la obesidad se presenta en edades muy tempranas o cuando el tiempo que se ha estado padeciendo es prolongado, el riesgo de presentar eventos cardiovasculares en la edad adulta es también más elevado. Los médicos aconsejan que para prevenir la obesidad en los niños es bueno que la dieta sea variada y elástica, reduciendo las grasas de la bollería, pastelería y la comida industrial en general. También es fundamental que hagan ejercicio, que sean conscientes de que deben tener una alimentación sana y que no vean tanto la televisión.

Hay muchas causas implicadas en la aparición del problema. Aparte, de los malos hábitos de vida (mala alimentación y falta de ejercicio físico) también existen factores genéticos y orgánicos que inducen su aparición. Investigaciones recientes sugieren que, por término medio, la influencia genética contribuye en un 33 por ciento aproximadamente al peso del cuerpo, pero esta influencia puede ser mayor o menor en una persona en particular.

También pueden influir los factores socioeconómicos. Estos factores influyen fuertemente en la obesidad, sobre todo entre las mujeres. En algunos países desarrollados, la frecuencia de la obesidad es más del doble entre las mujeres de nivel socioeconómico bajo que entre las de nivel más alto. El motivo por el cual los factores socioeconómicos tienen una influencia tan poderosa sobre el peso de las mujeres no se entiende por completo, pero se sabe que las medidas contra la obesidad aumentan con el nivel social. Las mujeres que pertenecen a grupos de un nivel socioeconómico más alto tienen más tiempo y recursos para hacer dietas y ejercicios que les permiten adaptarse a estas exigencias sociales.

Y por último están los factores psicológicos, que durante un tiempo fueron considerados como una importante causa de la obesidad, se consideran actualmente como una reacción a los fuertes prejuicios y la discriminación contra las personas obesas. Uno de los tipos de trastorno emocional, la imagen negativa del cuerpo, es un problema grave para muchas mujeres jóvenes obesas. Ello conduce a una inseguridad extrema y malestar en ciertas situaciones sociales.

La mejor forma de tratar la enfermedad es previniéndola, identificando precozmente a los pacientes en los que a partir de los 20-25 años comienza a cambiar el peso. Los médicos consideran que el obeso debe ser considerado como un enfermo crónico que requiere un tratamiento a largo plazo, con normas alimentarias, modificación de los hábitos de conducta, ejercicio físico y terapia farmacológica. Los nuevos enfoques terapéuticos están basados en promover una pérdida de peso con programas de control de las enfermedades y problemas asociados, que dan lugar a problemas vasculares, cardiacos y metabólicos.

El obeso no debe perder kilos sino masa grasa, con pérdidas pequeñas y duraderas que impliquen una rentabilidad metabólica. Es necesario consolidar la pérdida de peso a largo plazo, y además, reducir el riesgo de muerte prematura, de enfermedad cardiaca, metabólica y vascular. En ciertos casos, los médicos pueden decidir que, además de cambiar la dieta y realizar ejercicio físico, es necesario completar el tratamiento con fármacos, que deben ser administrados con una dieta moderadamente hipocalórica y equilibrada.

Fuente: www.dmedicina.com





Bulimia

Las personas que padecen bulimia son incapaces de dominar los impulsos que les llevan a comer, pero el sentimiento de culpa y vergüenza tras ingerir muchos alimentos les lleva a una purga (vómitos autoinducidos o empleo de laxantes o diuréticos o ambos), regímenes rigurosos o ejercicio excesivo para contrarrestar los efectos de las abundantes comidas.

Los bulímicos tienen cerca de 15 episodios de atracones y vómitos por semana y, en general, su peso es normal, por lo que resulta difícil detectar la enfermedad. En un solo atracón pueden llegar a consumir de 10.000 a 40.000 calorías.

Esta enfermedad afecta a los jóvenes y se manifiesta con más frecuencia en las mujeres. La media de edad de inicio se sitúa en los 19 años y las personas que han sufrido anorexia o han realizado dietas sin control tienen un mayor riesgo de sufrir esta patología. En esta enfermedad se pueden distinguir dos subtipos:

  • Purgativo: el enfermo recurre a los vómitos u otros métodos purgativos para evitar el aumento de peso.
  • No purgativo: Utiliza métodos no purgativos como el ayuno o el ejercicio físico compulsivo, pero no recurre a vómitos, diuréticos o laxantes
En el origen de esta enfermedad intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales que desvirtúan la visión que el enfermo tiene de sí mismo y responden a un gran temor a engordar. El enfermo de bulimia siempre se ve gordo, aun cuando su peso es normal, pero no puede reprimir sus ansias de comer. Generalmente la bulimia se manifiesta tras haber realizado numerosas dietas dañinas sin control médico. La limitación de los alimentos impuesta por el propio enfermo le lleva a un fuerte estado de ansiedad y a la necesidad patológica de ingerir grandes cantidades de alimentos.

Hasta el momento se desconoce la vulnerabilidad biológica implicada en el desarrollo de la enfermedad y son más conocidos algunos factores desencadenantes relacionados con el entorno social, las dietas y el temor a las burlas sobre el físico. Muchos de los factores coinciden con los de la anorexia, como los trastornos afectivos surgidos en el seno familiar, el abuso de drogas, la obesidad, la diabetes mellitus, determinados rasgos de la personalidad y las ideas distorsionadas del propio cuerpo.

Generalmente las personas que padecen bulimia han sido obesas o han realizado numerosas dietas sin control médico. Tratan de ocultar los vómitos y las purgaciones, por lo que la enfermedad suele pasar desapercibida durante mucho tiempo. Los síntomas típicos de un cuadro de bulimia son los siguientes:

  • Atracones o sobreingesta de alimentos: El enfermo come una gran cantidad de alimentos en un espacio de tiempo muy corto. No tiene control sobre la ingesta y es tal la ansiedad que cree que no puede parar de comer.
  • Para prevenir el aumento de peso y compensar el atracón o el exceso de las comidas se provoca vómitos, utiliza laxantes, diuréticos, fármacos, o recurre a otros medios que le permitan controlar el peso, como la practica abusiva de actividades deportivas.
  • Los ciclos de atracones y vómitos se manifiestan un mínimo de dos veces por semana.
  • La autoestima del enfermo es baja y la identifica con su cuerpo.

Asimismo, se producen otros cambios físicos y emocionales (depresión, ansiedad) que manifiestan el desarrollo de la enfermedad. Los bulímicos se ven gordos, incluso cuando su peso es normal; se avergüenzan de su cuerpo y lo rechazan, por lo que intentan hacer dieta en todo momento. A pesar de todo, la ingestión compulsiva a escondidas o durante la noche es una de las principales características de esta patología. Pueden llegar a gastar una gran cantidad de dinero en comida o recurrir a la que ya hay en casa, que comienza a desaparecer misteriosamente de la despensa. No sienten ningún placer al comer ni preferencias en cuanto al tipo de alimentos, sólo buscan saciarse. Intentan evitar los lugares en los que hay comida y procuran comer solos. Su comportamiento suele ser asocial, tienden a aislarse, y la comida es su único tema de conversación. Además, la falta de control sobre los alimentos les produce grandes sentimientos de culpa y vergüenza.

En cuanto a los signos físicos que evidencian la enfermedad se encuentran la debilidad, dolores de cabeza; hinchazón del rostro por el aumento de las glándulas salivales y parótidas, problemas con los dientes, mareos, pérdida de cabello, irregularidades menstruales, y bruscos aumentos y reducciones de peso, aunque generalmente no sufren una oscilación de peso tan importante como la que se manifiesta en la anorexia. La bulimia puede ir acompañada de otros trastornos como la cleptomanía, el alcoholismo o la promiscuidad sexual. Consecuencias clínicas:

  • Arritmias que pueden desembocar en infartos.
  • Deshidratación.
  • Colon irritable y megacolon.
  • Reflujo gastrointestinal.
  • Hernia hiatal.
  • Pérdida de masa ósea.
  • Perforación esofágica.
  • Roturas gástricas.
  • Pancreatitis.
Las dos aproximaciones al tratamiento son la psicoterapia y los fármacos. Es mejor que la psicoterapia la realice un terapeuta con experiencia en alteraciones del apetito, pudiendo resultar muy eficaz. Un fármaco antidepresivo a menudo puede ayudar a controlar la bulimia nerviosa, incluso cuando la persona no parece deprimida, pero el trastorno puede reaparecer al interrumpirse la administración del fármaco.

En virtud de la gravedad se puede recurrir a un tratamiento ambulatorio o a la hospitalización. En primer lugar se trata de evitar los vómitos, normalizar el funcionamiento metabólico del enfermo, se impone una dieta equilibrada y nuevos hábitos alimenticios. Junto a este tratamiento, encauzado hacia la recuperación física, se desarrolla el tratamiento psicológico con el fin de reestructurar las ideas racionales y corregir la percepción errónea que el paciente tiene de su propio cuerpo. El tratamiento también implica la colaboración de la familia, ya que en ocasiones el factor que desencadena la enfermedad se encuentra en su seno. La curación de la bulimia se alcanza en el 40 por ciento de los casos, si bien es una enfermedad intermitente que tiende a cronificarse. La mortalidad en esta enfermedad supera a la de la anorexia debido a las complicaciones derivadas de los vómitos y el uso de purgativos.

Fuente: www.dmedicina.com